Obi, una mirada diferente
Obi es la tienda que Lorenzo y Elena inauguraron en el año 2006, alejada de las calles más céntricas de Sant Francesc, parece explicar su emplazamiento con la originalidad de las joyas de Lorenzo y los vestidos y complementos de Elena. Distanciadas de las tendencias de la moda o del estilo que comúnmente se puede ver en Formentera, sus creaciones evocan esa mirada que se pierde en el mar y en la naturaleza de esta isla, a la que Formentera responde con otra que abre hacia uno mismo. Miradas que Lorenzo y Elena han conseguido aprehender, contener como el obi ciñe el kimono al talle de la mujer, para transmitírnoslas, finalmente, con la personalidad que caracteriza y distingue su trabajo artesanal.
La mirada a uno mismo:
Obi es el resultado de la experiencia que ambos iniciaron tras su primera visita a Formentera, ya que tanto Elena en 1993 desde Valladolid, como Lorenzo en 1997 desde Milán, cautivados por la isla, decidieron volver poco después para residir definitivamente en ella. Sin embargo, su creatividad fue llegando de un modo paulatino, a medida que se iban desembarazando poco a poco del otro ritmo más acelerado de sus lugares de procedencia, como un ruido de fondo que suena a baja frecuencia, nos comenta Lorenzo, en Milán no tenía tiempo para pensar, para reflexionar del mismo modo que en Formentera; siempre había algo que hacer, algún lugar al que ir, alguien que ver, apunta Elena. Fue después de un proceso introspectivo, de un enfrentamiento con uno mismo, nos confiesa Lorenzo, como fueron descubriendo que algo desconocido se despertaba en ellos, en Milán trabajaba en una editorial, estudiaba filosofía… todo empezó como una distracción, para divertirme, observando a los artesanos de la isla, empecé recogiendo conchas de la playa y haciendo collares con cordones de acero y nailon, probé con la cerámica, más tarde compré un soplete y algunas herramientas, empecé a crear mis primeras joyas y después de un tiempo de experimentación, me instalé en el Mercado Artesanal de la Mola.
En este sentido, aunque Elena había trabajado en una importante tienda de modas en Valladolid en los años ochenta y vivido esa época de energía y expansión creativa, a su llegada a Formentera, después de desempeñar diversas ocupaciones, empezó primero con otra de sus grandes pasiones, la cocina, y aunque estudié e incluso creé una empresa de catering para bodas, cumpleaños y eventos relacionados con el cine, resultaba muy estresante… hasta que, esperando un tren, vio un tejido que le llamó la atención y se imaginó un bolso. A partir de ese momento empezó a confeccionar bolsos hechos a mano sobre los que bordaba flores y dibujos que empezó a vender en el puesto del Mercado artesanal de la Mola que tenía Lorenzo. Poco después, animada por Lorenzo, me compré una máquina de coser que dejé embalada durante unos meses, finalmente me decidí a utilizarla y en el año 1999, ya tenía mi propio puesto en La Mola. Aquellos bolsos eran de piel, piel con tela y tela sola, recuerda Elena, fue una experiencia muy enriquecedora, pero eran bolsos hechos uno a uno, muy personalizados, muy particulares, y aunque había comprado más material y se había documentado, ése fue tan sólo el inicio de un largo trayecto.
La mirada al mar, a la naturaleza:
Lorenzo dice que renunció a seguir con sus estudios de filosofía, porque suponen una sucesión de abstracciones que no conducen a ningún lado, nos comenta abrumado poniendo una mano encima de la otra sobre su cabeza. Pero a pesar de ello, al preguntarle acerca de su proceso creativo, al final estoy hablando de filosofía, nos reconoce lamentándose con un gesto de negación. Porque con sus joyas parece realizar un ejercicio aristotélico, sin cuerpo no hay alma, si quieres llegar al alma hay que trabajar primero con el cuerpo, en el que juega con la materia, transformándola, y con los límites de ésta, lo bonito del metal es su dureza, su resistencia, en un esfuerzo constante por comprender y descifrar las formas, observándolas directamente, llevándolas primero al papel, dibujándolas una y otra vez en un proceso de síntesis más allá de la idea preconcebida que se tiene, por ejemplo, si alguien te pide que dibujes un elefante… se queda callado por un instante y realiza un trazo rápido en el aire, pero si ves al elefante frente a ti, es otra cosa totalmente diferente, más compleja, con infinidad de matices.
Y es el mar, los seres vivos que hay en él, conchas, algas, esponjas y microrganismos, de quienes extrae la fuerza e inspiración que proyecta a sus joyas, y aunque dice que con éstas intenta trasladarnos, modelando minuciosamente la plata, al lenguaje puro de las formas, para transmitir una sensación de equilibrio, de armonía, se encoge de hombros aclarándonos que tampoco pretende explicarlas, es imposible. Será, tal vez, por aquello que algunos filósofos dicen de la filosofía, que no aspira a dar respuestas definitivas, sino a realizar mejores preguntas.
Del mismo modo que el mar siempre está presente desde cualquier rincón de la isla, el mar también está presente en otras facetas artísticas de Lorenzo, en las que igualmente manifiesta su incesante búsqueda de las formas, ese deseo por descifrarlas, seducido por lo que Lorenzo califica como eros del conocimiento. Entre éstas nos destaca el vídeo de 44 minutos que próximamente estrenará, editado de un total de seis horas de grabación, en el que muestra, de una manera descontextualizada, la orilla y los tres primeros metros del océano rompiendo contra la arena en un día de tempestad. Asimismo, Lorenzo nos comenta satisfecho, que tuvo la oportunidad de devolver a Formentera parte de lo que ésta le ha dado, organizando durante tres años, a pesar de las enormes dificultades a las que se tuvo que enfrentar, el Posidonia Festival, un festival internacional de las artes y desarrollo sostenible, con conciertos de diferentes estilos musicales, actividades y conferencias de destacadas personalidades de dentro y fuera de la isla o documentales relacionados con el mar y la naturaleza, entre otros.
Así como Lorenzo admite su desorden, pero paradójicamente se define como un hombre racional, Elena, aparentemente más ordenada, es fundamentalmente sensitiva, hasta el punto que nos confiesa, que a diferencia de Lorenzo, ella no mantiene una relación racional con el producto. Su trabajo es un reflejo de aquello que la conmueve, desde una película hasta la imagen de un campo de Formentera, como lo indica el nombre de una de sus colecciones, Amapola, y que en todas sus creaciones exista una referencia a la naturaleza, un estampado o un color extraído de las flores. Sus creaciones no siguen las tendencias del momento, Elena afirma que toda la moda fue creada entre las décadas de los años veinte y sesenta, y que después, simplemente, salvo raras excepciones, los vestidos únicamente han ido evolucionando o derivando hacia un futurismo no comercializable.
Elena tiene un estilo personal, la colección de este año está dedicada a todas las mujeres que no son valoradas, a la dignidad y sabiduría de todas aquellas que han sido olvidadas a lo largo de la Historia, porque cualquiera de nosotras puede sentirse bien independientemente de su ocupación, por ejemplo, para uno de los vestidos, añade sonriendo con picardía, me inspiré viendo en una película ambientada en los años 50 a una mujer esperando en la parada del autobús. Porque junto a la naturaleza isleña, la mayor fuente de inspiración para Elena es la mujer y sus creaciones son un homenaje a ella, para que con sencillez, y al mismo tiempo con elegancia, ésta pueda expresarse libremente en ellos. Un mismo vestido puede servir para diferentes perfiles de mujer y adaptarse también a diferentes circunstancias, un botón desabrochado, un cinturón o el calzado son capaces de cambiar la imagen final del conjunto, nos dice Elena, lográndolo gracias a que, con sutileza y extrema sensibilidad, presta enorme atención a los detalles en el patrón, el acabado, a los diferentes materiales que utiliza y el modo en que éstos pueden combinarse, como en las diferentes chaquetas que este año a creado con cashmere y distintos tipos de algodón, cuyas reacciones son distintas y requieren puntos más abiertos o cerrados.
Es este tesón perfeccionista el que la llevó, desde los primeros bolsos que vendía en el puesto de Lorenzo en el Mercado artesanal de La Mola, a una fábrica de Milán a aprender patronaje y a realizar cortes precisos, puesto que los acabados no eran perfectos, reconoce Elena, cuyos conocimientos le sirvieron para crear primero unos pantalones bombachos, que al verano siguiente tuvieron mucho éxito, y más tarde una falda larga. Pero tenía problemas para encontrar el material adecuado, quería unos tejidos determinados, y por ejemplo, unos botones que se adecuaran perfectamente con el conjunto que había ideado, sabía lo que quería pero no sabía dónde encontrarlo, hasta que después de una incesante búsqueda, por fin adquirió 2000 telas y confeccionó sus primeros vestidos combinándolas a partir de dos modelos, aún guardo alguno de ellos, recuerda nostálgica.
Actualmente Elena sigue innovando, observando a la mujer, buscando distintas formas de resaltar su naturaleza, nos muestra camisas, vestidos enteros, señalándonos detalles que se nos revelan significativos y que constatan la originalidad que caracteriza sus creaciones, se mueve de un lado a otro, parece estar escenificando la incesante actividad que inició en el puesto de Lorenzo en el Mercado artesanal de La Mola, que sigue recorriendo desde Obi y parece no tener fin.
La mirada a Formentera:
Una última mirada nos devuelve a Formentera, la Formentera en la que ambos encontraron el silencio, la paz y el tiempo para desarrollar su creatividad, la Formentera que los cautivó con su naturaleza agreste y el mar.
Lorenzo y Elena siguen siendo consecuentes con la impresión que tuvieron a su llegada a la isla, viven en una casa situada en uno de los bosques de La Mola desde la que sólo escuchan el sonido del viento, sin internet, sin televisión, y en la que comparten el taller en el que trabajan, aunque como nos dice Lorenzo cada uno tiene su espacio, separado por un cristal, nos vemos y hablamos pero tenemos dinámicas de trabajo distintas…
También siguen con un puesto en el Mercado Artesanal de la Mola, el lugar donde empezaron, desde el que han visto cambiar la isla, antes charlaba con la gente que visitaba el mercado, nos comenta Elena, ahora todo es más rápido, parece que todo el mundo tiene prisa, pero a pesar de ello, de las dificultades que se presentan para desarrollar su trabajo en una isla tan pequeña y de sus viajes a otros rincones del mundo, Lorenzo y Elena siempre tienen la necesidad de volver a Formentera, es nuestra casa, afirman con rotundidad.
Encontraréis Obi en la entrada de Sant Francesc, dirección Porto Saler de Baix, en la Avenida 8 de agosto frente a la farmacia.