Marià Castelló, un arquitecto de Formentera

Marià Castelló es arquitecto, el primer arquitecto formenterense, es joven pero lleva ya diez años trabajando en la isla con numerosos e innovadores proyectos que han tenido gran repercusión en ella.

Nos recibe con una amplia sonrisa en su estudio-vivienda un día especialmente caluroso de principios de agosto. Nos presentamos con esa complicidad tan isleña, la de haber coincidido en mil ocasiones y saludarnos otras tantas, aunque hasta ahora nunca habíamos llegado a conocernos. Está de vacaciones, pero aún así acepta muy amigablemente charlar un rato con nosotros en el estudio que tantas veces hemos visto desde el Camí Vell de la Mola, y que llama la atención por el contraste de su diseño, premio “Ópera Prima 2006” del Certamen Art Jove del Govern Balear, con el de las casas que hay alrededor y que tan acostumbrados estamos a ver en Formentera. Nos comenta que le gustaría salir más a navegar, pero que en cambio está dedicando buena parte de su tiempo libre a otra de sus grandes pasiones, la fotografía.

Cae el sol a plomo, casi es mediodía y no se ve ninguna sombra alrededor, aún así la temperatura en el estudio es agradable y corre una ligera brisa. Nos explica que se debe a su orientación norte-sur sin detrimento de la vertiente este-oeste, con lo que consigue una ventilación cruzada que hace innecesario el aire acondicionado.

Marià confiesa que aunque de pequeño siempre dijo que quería ser arquitecto no fue exactamente una vocación, “ya que no lo decía conscientemente ni tampoco tenía ningún familiar que lo fuera”, orientándose poco a poco, a medida que fue creciendo, en esa dirección hasta estudiar finalmente la carrera en Barcelona. Fue en ese momento en el que se dio cuenta que la parte técnica no le costaba ningún esfuerzo, pero que la carrera de arquitectura exigía desarrollar otras partes de sí mismo. Ése fue un reto personal e introspectivo, y la vida en Barcelona, como una de las capitales del diseño europeo y su universo cultural y artístico, fueron el estímulo necesario para superarlo, enriquecerse y formarse como arquitecto en todas sus facetas. ”Por eso considero que si tuviera que decidirme por una ciudad favorita, escogería Barcelona, por todo lo que me ha dado”.

A pesar de su matrícula de honor en el proyecto final de carrera y empezar a trabajar en importantes estudios de arquitectura en la ciudad condal durante tres años, “Formentera siempre estuvo presente, sabía que algún día tenía que volver y presenté un proyecto para un Centro Cultural en Sant Francesc, que tuvo muy buena acogida aunque finalmente no se llevó a cabo. Fue el momento en que decidí que prefería ser cabeza de ratón que cola de león indefinidamente y regresé a Formentera… poco después me otorgaron el premio organizado por el Col-legi d´Arquitectes de les Illes Balears, aunque otros hubieran podido lograrlo, ya que se presentaron varios proyectos muy buenos” añade modestamente.

Para Marià, que reconoce su predilección por los arquitectos portugueses como Álvaro Siza, Souto de Moura, o los hermanos Aires Mateus, la arquitectura debe reflejar el momento en el que se vive, y su estudio es una muestra de ello. “Las casas payesas no fueron siempre tal y como las vemos ahora, estuvieron siempre en constante evolución, cada generación fue mejorando los errores o defectos del prototipo anterior. Lo que está claro es que el entorno determina la arquitectura y que se deben respetar ciertos conceptos que forman parte de la cultura del lugar, pero igualmente no se debe cortar su evolución natural: se ha de permitir una abstracción de la arquitectura tradicional acorde con nuestra realidad temporal”.

De este modo podemos apreciar que su estudio no es más alto que las sabinas que lo rodean, como sucede en las construcciones típicas formenterenses, lo que lo integra perfectamente en el entorno. Así mismo el color blanco de sus muros, su sencilla volumetría y el uso de la madera siguen los parámetros tradicionales, pero rompe con éstos, por ejemplo, gracias a los grandes ventanales de cristal que se observan desde el Camí Vell de la Mola, que permiten la entrada de luz en su interior a diferencia de lo que ocurría en las antiguas viviendas, y por el uso de otros materiales como el acero que se adecúan a la totalidad de la construcción, entre otras cosas. “Hoy en día no se debe hacer una vivienda que pretenda ser como las de antes, porque el resultado final no será creíble, ya que la materia prima es diferente y la técnica es muy distinta. No podemos caer en un neo-ruralismo artificioso, no se puede simular una casa payesa, ni utilizar materiales que aparentan ser lo que no son y que hacen que el resultado sea de cartón-piedra”. Él cree que debe ser consecuente con la época que vivimos y aboga por una arquitectura contemporánea que permite también que los materiales se expresen tal y como son.

“Vanguardia y tradición no son dos conceptos antagónicos”, reflexiona Marià, “prueba de ello la tenemos cuando Raul Haussmann y los miembros de la Gatepac llegaron a Ibiza desde París y Barcelona, y quedaron sorprendidos cuando descubrieron que algunos de los postulados del movimiento que ellos defendían ya existían previamente: el minimalismo ya era una singularidad propia de la arquitectura popular”. Otra prueba de que lo tradicional puede llegar a ser muchas veces contemporáneo es la sostenibilidad, ya que nos comenta que un nuevo proyecto de viviendas de protección oficial de Sant Ferran, utilizará la posidonia en los techos, al igual que se hacía antiguamente, y las lanas tan típicas de la isla en las paredes, ambos como materiales aislantes.

Una de los mejores ejemplos que tenemos de la integración de lo antiguo y lo moderno lo encontramos en el proyecto de Marià Castelló de señalización y restauración de las viejas parcelaciones de Formentera denominadas “Gràcies Reials”, que datan del siglo XVII y fueron concedidas a Marc Ferrer y Antoni Blanc. “Se trata de extensiones de 4×4 y 2×2 kms cuadrados, respectivamente y en Formentera, a partir de las cuales se hizo la primera división de la isla y que sirvieron de punto de partida para otras subdivisiones entre sus descendientes”. Marià nos muestra entusiasmado, ampliando una foto aérea de la isla, cómo éstas todavía son fácilmente apreciables en los largos muros payeses prolongándose paralelamente en el área de Migjorn. Estas parcelaciones son identificables mediante los hitos que Marià ha proyectado en acero corten, cuya oxidación superficial crea una película que impide el deterioro del interior de la pieza y otorga a éste un llamativo color rojo anaranjado, y que se ajustan a los vetustos muros de piedra seca.

Una de los mejores ejemplos que tenemos de la integración de lo antiguo y lo moderno lo encontramos en el proyecto de Marià Castelló de señalización y restauración de las viejas parcelaciones de Formentera denominadas “Gràcies Reials”, que datan del siglo XVII y fueron concedidas a Marc Ferrer y Antoni Blanc. “Se trata de extensiones de 4×4 y 2×2 kms cuadrados, a partir de las cuales se hizo la primera división de la isla y que sirvieron de punto de partida para otras subdivisiones entre sus descendientes”. Marià nos muestra entusiasmado, ampliando una foto aérea de la isla, cómo éstas todavía son fácilmente apreciables en los largos muros payeses prolongándose paralelamente en el área de Migjorn. Estas parcelaciones son identificables mediante los hitos que Marià ha proyectado en acero corten, cuya oxidación superficial crea una película que impide el deterioro del interior de la pieza y otorga a éste un llamativo color rojo anaranjado, y que se ajustan a los vetustos muros de piedra seca.

Marià vuelve a advertirnos que “no se debe hacer una mala interpretación de la arquitectura popular con materiales diferentes, sino una reinterpretación de ésta sin los obstáculos que impiden el desarrollo de la arquitectura contemporánea” y añade que “se debería prestar más atención al resultado final de las obras, del mismo modo en que ésta se procura a la hora de proyectarlas”.

Apenas se escucha un ruido desde su estudio, tan sólo el canto de las incansables de las cigarras y el suave murmullo del viento. Esporádicos coches pasan por el Camí Vell de la Mola con la marcha cansina del mediodía. Estamos llegando al final de la entrevista y no queremos acabarla sin que nos hable de la fotografía, que como nos ha apuntado anteriormente, es su otra gran pasión y de la que principalmente se reconoce autodidacta. Ya que no sólo se dedica a ella a través de su profesión y de los estudios impartidos en la carrera de arquitectura “buscando proyecciones ortogonales, siempre perpendiculares al edificio y buscando el equilibrio general del encuadre”, sino que también se dedica a recorrer la isla para tomar otro tipo de imágenes: “la luz de Formentera es excepcional, crea unos contrastes asombrosos, sin embargo, el momento del día que más me gusta son aquellos veinte minutos que se dan justo después de la puesta de sol, en los que se captan mejor los movimientos y lo fotografiado se muestra a sí mismo de otro modo, distinto, más sugerente, misterioso”. Destaca que unos de sus lugares preferidos es la cantera de marés de Punta Pedrera, “porque es uno de los pocos espacios arquitectónicos modelado por substracción y no por adición de materia” , y curiosamente, la edificación que más le impresiona en la isla es “Na Blanca d´en Mestre”:

Es una higuera de 356 metros cuadrados y 143 “estalons” o puntales de madera que impiden que las ramas enraícen en el suelo y sirven para dar cobijo al ganado, y de la que presentó una abstracción en forma de collage en el Institut d´Arquitectura Avançada de Catalunya, que sirve de ejemplo de construcción “orgánico-artificial perfeccionada a lo largo de generaciones”.

Nos despedimos de Marià agradeciéndole la atención que ha tenido con nosotros y nos emplazamos con una sonrisa para un nuevo encuentro fortuito. Nos vamos contentos de su estudio sorprendidos por la nueva visión de la arquitectura de esta isla que tanto nos gusta, y que a través de esta charla, poco a poco iremos reconociendo por los caminos de Formentera.

(Fotografías: Marià Castelló)